Diccionario Ilustrado
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Ley
      Ley. Traducción de torah (en hebreo, instrucción, enseñanza, revelación) y de nomos (en griego, lo válido y lo que está en vigencia).

Aunque en el Nuevo Testamento Ley tiene diversos significados, en el Antiguo Testamento se refiere simplemente a la Torá, compilación de las instrucciones o sabiduría dada por Dios, mediante los líderes y autoridades religiosas, para gobernar la vida en comunidad de Israel.

La Torá bíblica es una unidad inseparable, legal, moral y cúltica, en contraposición a los antiguos códigos orientales que se limitaban a lo legal, y dejaban lo moral y religioso para otra literatura. Estos anticipaban la tendencia moderna de divorciar lo espiritual y lo secular, pero no así la Torá.

Toda ley válida expresa la voluntad de Jehová. Por su obediencia y confianza en la promesa de Dios, a Abraham se le acredita el cumplimiento de la Ley aun antes de que se codificara (Génesis 26:5).

Pero la relación entre Dios y su pueblo es una relación histórica, y por tanto toda la Ley del Antiguo Testamento, dada por los sacerdotes (Hageo 2:11 al 13; Malaquías 2:6, 7) y los profetas (Isaías 1:10;8:16, 20; 30:9, 10), se desprende de la revelación de Dios a Moisés en el SINAÍ y de las revelaciones posteriores (Éxodo 25:22; Números 7:89).

El PACTO de Jehová con su pueblo se basa en la Ley. La obediencia, fe y amor que esta demanda confirman la fe del individuo redimido, su conducta y el culto en comunidad (Éxodo 19; 20:24).

Al mismo tiempo la Ley revela lo que desagrada a Dios, lo que debe evitarse para no interrumpir las relaciones dentro del pacto. En el DÍA DE EXPIACIÓN el pueblo hebreo renovaba los votos del pacto, cortando un animal en dos partes y pasando toda la congregación entre los dos pedazos separados (Génesis 15:8 al 10, 17;Éxodo 25:3 al 11; Josué 24; compárese Éxodo 23:14 al 17 y Levítico 16; Jeremías 35:18).

Simbólicamente, el pueblo propiciaba así (PROPICIACIÓN) a Dios y su inalterable Ley, mediante el arrepentimiento personal y la muerte de un sustituto (EXPIACIÓN).

Con el cumplimiento del juicio divino en el destierro, juicio pronosticado por los profetas debido a la violación de la Ley del pacto (Isaías 1:27 siguientes), Israel aprendió a no idolatrar más. Y con la desaparición del reinado, el sacerdocio, los sacrificios y el culto en Jerusalén, la observación de la Ley tomó otras dimensiones:

1. Bajo Esdras, llegó a ser la base de la sociedad judaica, y determinaba los detalles más básicos de la vida religiosa, cultural y moral de cada judío. Se hacía tanto hincapié en las partes de la Ley que distinguían entre judíos y no judíos (por ejemplo, el sábado, la circuncisión, la reglamentación dietética, etc.), que llegó a prevalecer la idea de que el objeto principal de la Ley era la separación de los judíos de los demás pueblos (compárese Deuteronomio 5:20; 7:6 al 11; 15:2).

2. Después de Esdras, surgió un nuevo grupo de líderes espirituales: los ESCRIBAS. El centro de la vida religiosa pasó del templo a la SINAGOGA. De esta manera la Ley perdió su función original de gobernar la vida comunitaria del pueblo redimido para transformarse en un aparente medio de vida, pues quien cumplía cabalmente la Ley vivía. Este concepto tergiversado de la Ley dio lugar a exageraciones en la interpretación y aplicación de sus detalles. Como resultado surgieron diferentes escuelas de interpretación rabínica (TALMUD) que gozaban de mucha influencia aun en los días de Jesús.

Jesucristo jamás admitió que la Ley pudiera dar vida ni establecer alguna relación salvadora entre Dios y el hombre por medio de su cumplimiento, como había formulado el judaísmo.

Más bien, Jesús mismo y su palabra ocupan esa posición decisiva. Esto es la esencia del nuevo orden prometido desde Génesis 3:15 (Marcos 2:21 siguientes; Lucas 16:16). El hombre determina su relación con Dios, por su arrepentimiento y adoración, confesando a Jesús como Señor (Mateo 10:28 al 42), y no por cumplir la Ley.

Jesús no niega que toda infracción de la Ley es pecado que separa de Dios, pero insiste en la posibilidad de remediar la transgresión y la ilustra con las parábolas de Lucas 15:

1. La oveja y la moneda extraviadas son encontradas.

2. El hijo pródigo es recibido de nuevo en casa, pero, en cambio, el hermano mayor que quedó en casa, confiando en su pura obediencia a la Ley, no aprovecha sus méritos tan dudosamente acumulados.

3. Del publicano que se humilló arrepentido delante de Dios se afirma que descendió a su casa justificado antes que el fariseo que se jactaba de su cumplimiento de la Ley (Lucas 18:10 al 14).

Sin embargo, Jesús no abrogaba la Ley al negar que podría dar vida (Mateo 5:17). Él mismo la observó (Lucas 2:22 siguientes, 27, 39) y reconoció la validez de su juicio; por eso llamó a los pecadores al arrepentimiento (Marcos 1:15).

Incluso cuando censuró el legalismo (Mateo 23:23), Jesús insistió en que la Ley de Dios era la única norma para la vida (Lucas 10:26 al 28); levantó la carga externa de las obras de la Ley e impuso su propio yugo de obediencia por amor sobre sus discípulos. Exigió de ellos JUSTICIA mayor que la de los fariseos (Mateo 11:29).

Siguiendo la actitud de Cristo, la comunidad primitiva de la iglesia observó la Ley y vivió sustancialmente de acuerdo con ella. Eran los judaizantes los que fomentaban el legalismo: sostenían que los gentiles debían circuncidarse y observar la Ley para alcanzar la salvación e incorporarse a la comunidad de los cristianos (Hechos 15; Gálatas 2).

El conflicto sobre la Ley surgió cuando la comunidad aceptó incluir a los gentiles prosélitos y al mundo gentil. En Hechos 15:29 y 21:25 se especifican los requisitos mínimos que la iglesia impuso a los gentiles cristianos para que pudiesen participar en el culto y compañerismo hebreo sin ofensa.

El uso paulino de nomos no es uniforme, pero el estudio de los contextos específicos en que aparece permite clasificarlo de la siguiente manera, como referido a:

  1. El canon del Antiguo Testamento, en Romanos 2:12 al 14, 17, 18, 23, 25 al 27; 3:19 al 21; 7:1, 2.

  2. El decálogo promulgado en Sinaí (o sea, la Ley que Dios revela específicamente para los redimidos), en Romanos 3:31; 7:3 al 9, 12, 14, 16 ; 8:3, 4; 9:4; 10:5; 13:8, 10; Gálatas 3:10, 12, 13, 17, 19, 21, 24; 5:21 b; 5:3, 15.

  3. La Ley de Dios revelada en forma general, en Romanos 5:15, 16; 5:13, 20; 7:22, 25; 8:7.

  4. La Ley de Dios escrita en los hombres (CONCIENCIA), en Romanos 2:14 b, 15.

  5. Un principio que gobierna positivamente, en Romanos 3:27 a (ley de la fe); 7:2 (ley de la esposa); 7:21 (ley del mal que está en mí); 7:23, 25 b (ley en mis miembros, de mi mente, del pecado);Gálatas 5:23 (no hay ley en contra); 6:2 (ley de Cristo).
6. Un principio que gobierna negativamente, o sea, el uso del legalismo o las obras de la Ley para justificarse delante de Dios, en Romanos 3:20a, 21, 27, 28; 5:13, 14; 6:14; 9:31, 32; 10:4; Gálatas 2:16, 19, 21; 3:2, 5, 10 a, 11, 18, 21 b, 23; 5:4, 5, 21 a; 5:4, 18; 6:13.

Lo exigido por la Ley y lo bueno es lo mismo para Pablo, pero no es el ser hacedor de la Ley lo que distingue entre judíos y gentiles; con Ley o sin ella, todos somos pecadores (Romanos 2:12).

Por tanto, el juicio divino contra todos los transgresores es justo, enseña Pablo, y quienes se rebelan contra Dios son dignos de muerte (compárese Romanos 1:28 al 32 y 3:23). Ninguno puede justificarse por la Ley pues tanto para los sin Ley como para los de la Ley solo en Jesucristo está la justificación y la unidad (compárese Gálatas 3:28 siguientes y Romanos 3:29 siguientes).

La Ley afecta a la sociedad, y particularmente a la relación entre esta y Dios. Prohíbe y restringe el pecado, conservando cierta disciplina externa en la sociedad rebelde (Romanos 7:7 siguientes), y según Romanos 5:13 siguientes y Gálatas 3:19, revela que el pecado es rebelión contra Dios.

La Ley condena y sentencia por el pecado cometido, sirve como ayo al pecador, lo descubre como transgresor y lo confina bajo el juicio de Dios (Romanos 3:20; 7:1 siguientes). La única esperanza del pecador, pues, es la fe en Cristo; al identificarse con la muerte del Salvador, satisface la pena de la Ley y recibe perdón y nueva vida (compárese 2 Corintios 5:21 y Gálatas 3:13 con Génesis 15:6 donde ABRAHAM creyó a Jehová y le fue contado por justicia).

Por lo que respecta a los redimidos, aunque todavía están sujetos a la CARNE, la Ley los guía en una vida comunitaria que le agrada al Redentor (1 Corintios 15:21, 34); la Ley es maestra y guía que confirma lo conocido por revelación general (Romanos 2:14 b, 15).

Para el cristiano la Ley es autoritativa y requiere que se obedezca a Cristo en fe y amor, conforme a la medida de fe que Dios le dé a cada uno (Romanos 12:3). Para el creyente todo lo que no provenga de la fe es pecado (Romanos 15:23; Santiago 5:11, 17), y su obediencia es una respuesta de amor y sumisión a la voluntad de quien le ha salvado (compárese 1 Corintios 9:21 y Gálatas 5:14; 6:2).