PADRE, Apelativo que aparece en la Biblia no solo en su sentido propio y
estricto, sino también en sentido más amplio, como sinónimo de antepasado,
fundador o causa. En el padre se encarna y centra la unidad de la familia, y por
tanto muchas veces se alude con él a la casa paterna (Génesis 34:19).
También se da el nombre de padre al abuelo (Génesis 28:13), a los antepasados o
al que inicia una estirpe genealógica (Éxodo 12:3; Mateo 3:9; 23:30). En sentido
metafórico se habla del padre de la lluvia (Job 38:28) o se le llama padre a un
bienhechor (29:16). También puede referirse a un sabio (Proverbios 1:8;
compárese Isaías 19:11), a un maestro o consejero. Se usa además como título
para personas a las que se desea honrar (por ejemplo, 2 Reyes 6:21; Mateo 23:9).
En el Nuevo Testamento a los miembros más viejos de la comunidad cristiana se
les llama padres (1 Juan 2:13, 14).
La familia era, por tanto, "un pequeño reino" que
era gobernado por el padre. El gobernaba sobre la mujer, hijos, nietos y
siervos: sobre todos los pertenecientes a su casa. Los hijos eran criados en
aceptación de esta autoridad (Éxodo 20:12), y si rehusaban aceptarla, amenazando
con ello la seguridad de la unidad familiar, podrían ser castigados con la
muerte. Esta amenaza por el mal comportamiento del hijo, lo describe
Deuteronomio 21:18-21.
A la muerte del padre, la sucesión recaía
normalmente sobre el hijo primogénito. Isaac fue un caso especial. Según la ley
familiar en vigor en tiempos de Abraham, era posible para un hombre tener un
hijo mediante una esposa secundaria. Abraham tuvo a su hijo Ismael de esta
manera (Génesis 16:1 y 2). Pero si después de esto nacía un hijo de la primera
esposa, entonces este hijo, en el caso de Isaac, venía a ser cabeza de familia.
Esta misma ley se aplicó en el caso de Jacob. Raquel siempre había sido
designada como la primera esposa. Por ello, fue el hijo mayor de ella, José,
quién vino a ser el heredero de Jacob y quién recibió el manto distintivo que lo
mostraba (Génesis 37:3 y 4), a pesar de haber nacido mucho tiempo después de sus
medios hermanos.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento Dios se revela como padre de Israel. Dios mismo se proclama padre del
pueblo (Éxodo 4:22; Oseas 11:1 al 4), por ello Israel se dirige a Dios como a su
padre (Isaías 63:16; 64:8).
En el Nuevo Testamento se destaca la paternidad de Dios
respecto de Jesús, quien cumple o realiza lo mejor de la reflexión judía acerca
de la paternidad de Dios. Por ello el Nuevo Testamento nos habla de Dios como
Padre de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 15:6; 2 Corintios 1:3; 1 Pedro 1:3):
Mediante Jesucristo el creyente puede dirigirse a Dios como Padre nuestro (ABBA)