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Diccionario Ilustrado
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![]() PERSIA Los persas y los MEDOS constituían el grupo iránico, los más orientales de los indoeuropeos que en el segundo milenio antes de Cristo se establecieron en las mesetas iranias. La historia antigua de Persia es poco conocida. En los anales del rey asirio SALMANASAR III (mediados del siglo IX antes de Cristo) se registra a los parsua al oeste y sudoeste del lago Urmia. En su migración hacia el sudoeste, las tribus persas llegaron a la zona que denominaron parsumas cerca del 700 antes de Cristo. Después de una breve dominación por los elamitas y medos, el pequeño reino de Parsumas, fundado por Aquemenes, comenzó a expandirse, sobre todo con Teispes (675 al 640), quien incorpora a su dominio las provincias de Ansan y de Parsa, más al sudeste. Sus hijos se dividen el país: Ariaramnes (cerca del año 640 al 590) recibe Parsa, y Ciro I (cerca del año 640 al 600) se queda con Parsumas. El fundador del ejército persa ascendió al trono de una pequeña provincia elamita en Anshan cerca del año 559 antes de Cristo Aprovechando la rebelión en el ejército medo, Ciro derrotó a Astyages, rey de los medos y entró en su ciudad capital, Ecbatana. En sorprendentemente corto tiempo, Ciro extendió sus límites hacia el occidente y hacia el norte. Amenazó al fabulosamente rico reino de Lydia en Asia Menor, cuyo rey, Creso, buscó una alianza con Nabonido de Babilonia y Amasis II de Egipto. Antes que la ayuda pudiera llegar, Ciro atacó y añadió Lydia a sus dominios. Esto trajo a Ciro en contacto con los griegos del Asia Menor. Más tarde, Persia trataría de conquistar a Grecia misma, pero por el momento Ciro regresó al oriente hacia los valles del Tigris-Eufrates y se movió en dirección a Babilonia. Después de una serie de victorias al norte de la capital, Babilonia cayó ante los ejércitos persas en el 538 antes de Cristo No hubo pelea y Ciro fue recibido como libertador por quienes estaban descontentos con las políticas de Nabonido y Belsasar Ciro estableció a los persas como tribu dominante en el 549 antes de Cristo Luego avanzó hacia el oeste para conquistar al Imperio Lidio de Creso en el 545 y, hacia el sur, para derrotar a Nabonidus de Babilonia en el 538. La conquista de Lidia le permitió a Ciro ganar el Asia Menor; la derrota de Babilonia le dio el dominio de la llanura del Eufrates, Asiria, Siria y Palestina. Fue la primera de las grandes organizaciones imperiales del mundo, en preparación de lo que sería Roma; fue bastante humanitaria, si se la compara con el Imperio Asirio. El conflicto entre Samaria y Jerusalén, descripto en la vida de Nehemías, es una muestra de los problemas que se producían en un imperio tan grande. El cambio marcado en la historia por la instauración de la dinastía persa de los aqueménidas fue altamente favorable para los judíos, gracias a la política de tolerancia de los persas. Con este período persa está enlazada la restauración de Israel: el regreso de la cautividad, la reorganización de Jerusalén y la reconstrucción del templo y las murallas. Los persas fueron siempre sumamente condescendientes con los judíos (DARÍO I; ARTAJERJES I). Las fuentes históricas de este período del Imperio Persa son las antiguas inscripciones persas, las ruinas de los palacios de Persépolis y Susa, y los historiadores griegos (Herodoto, Plutarco, Estrabón). Nehemías trabajaba por decreto real, pero fue atacado por fuerzas armadas. El temor de Esdras (Esdras 8:22) sugiere la existencia de similares focos de anarquía. Los cuatro libros del Antiguo Testamento en los que Persia sirve de escenario (Esdras, Ester, Ezequiel y Daniel) ilustran la tendencia real de delegar una autoridad especial en determinados individuos para tareas específicas. En la historia bíblica el nombre de Persia aparece por primera vez en Ezequiel 27:10; 38:5), y se encuentra sobre todo, lógicamente, en la literatura pos cautiverio (Ester, Daniel, Esdras y Nehemías). La cultura persa incorporó elementos tomados de los pueblos conquistados, especialmente de Mesopotamia (Asiria y Babilonia) y Egipto. El aspecto más original e influyente de esta cultura lo fue su particular vivencia religiosa. RELIGIÓN PERSA La religión persa fue el mazdeísmo (de Mazda, el Sabio) cuya fundación se atribuye a Zaratustra (Zoroastro), allá por el siglo VII o VI antes de Cristo, aunque el tiempo de la actividad de este es muy discutido. El mazdeísmo se caracteriza por su monoteísmo dualista: se reconoce una sola divinidad, Ahura-mazda (el sabio Señor), Dios supremo, creador y conservador del mundo, principio del bien, la verdad y la justicia, al cual se opone Angramainyu (el espíritu destructor) que preside las fuerzas del mal. El Zend-avesta (libro sagrado del mazdeísmo) presenta a estos dioses eternamente en lucha; de ahí proviene la pugna entre el bien y el mal, que durará hasta el fin del mundo, cuando el bien triunfará. Del hecho de que el hombre puede y debe participar en esta lucha con su vida virtuosa surge la noción de la responsabilidad moral. El hombre es responsable ante la divinidad y por tanto debe cumplir sus mandamientos; con esto fortalece el poder del bien, disminuye el poder del mal y se hace merecedor a una recompensa en esta vida o en la venidera. Los tres mandamientos de Zaratustra son: buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras. El mazdeísmo evolucionó como una religión de salvación. En esta fe militante la persona virtuosa aspira a alcanzar una recompensa, especialmente más allá de la muerte; cada uno rendirá cuentas de sus actos mediante un juicio. El otro mundo será establecido después de ese juicio, una vez que los hombres hayan sido lanzados a las tinieblas (castigo eterno), o bien conducidos a la inmortalidad y bienaventuranza en eterna comunión con Ahura-mazda. Por ello el mazdeísmo puede definirse como un racionalismo ético con rasgos marcadamente escatológicos. Notable fue la influencia de la religión persa. La
hegemonía persa desde mediados del primer milenio antes de Cristo, la estancia de los judíos en Babilonia y el internacionalismo de la lengua ARAMEA, explican múltiples rasgos del judaísmo pos cautiverio. Cabe también destacar la repercusión que el mazdeísmo tuvo sobre el dualismo de los maniqueos, que, a su vez, tan negativamente repercutió sobre la iglesia (especialmente la patrística) en la definición y evolución del pensamiento cristiano.
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