La unidad del Espíritu
1 Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la
vocación con que fuisteis llamados,
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con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a
los otros en amor,
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solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
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un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma
esperanza de vuestra vocación;
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un Señor, una fe, un bautismo,
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un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en
todos.
7 Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida
del don de Cristo.
8 Por lo cual dice:
Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
Y dio dones a los hombres.
9 Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero
a las partes más bajas de la tierra?
10 El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos
los cielos para llenarlo todo.
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros,
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a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo,
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hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del
Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo;
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para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo
viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean
con astucia las artimañas del error,
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sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es
la cabeza, esto es, Cristo,
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de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las
coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada
miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
La nueva vida en Cristo
17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los
otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
18
teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por
la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
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los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la
lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.
20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo,
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si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a
la verdad que está en Jesús.
22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre,
que está viciado conforme a los deseos engañosos,
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y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
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y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad.
25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su
prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
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ni deis lugar al diablo.
28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo
que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea
buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados para el día de la redención.
31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos
a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
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